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Jesús Fuenmayor. 2005. Los lugares del enunciado





Jesús Fuenmayor. 2005. “Los lugares del enunciado", Encuentro en torno a  Objectif: Camuflaje, Caracas, Fundación Celarg, Sala RG, 4 de agosto de 2005.


 

El motivo principal de este foro, es hablar en el contexto de la exposición Objectif: Camuflaje, tomando como punto de partida las ideas que están manejadas por el curador de la muestra, Philippe Pirote.   

Entiendo, básicamente, que la exposición de Philippe lo que tiene como fin principal es juntar a una serie de obras que toquen el discurso de la otredad, o el lugar desde donde enuncia el otro, que se refiere básicamente a qué pasa cuando pensamos en el otro como el que enuncia, el que construye al yo: “La meta eventual de nuestro deseo no es la satisfacción de una necesidad sino el reconocimiento de la actitud del otro hacia el "yo".”, es la frase de Philippe que tomo como punto de partida para desviarme por este camino.  

Veamos lo que dice Philippe de esta exposición en este texto que está a la entrada de la sala y sobre el que se pueden generar muchas dudas, algunas de las que yo comparto en el sentido de que me resulta un poco difícil descifrar con exactitud lo que se quiere decir.  

Valga una aclaratoria: a Philippe como curador no le interesa introducir textos transparentes, que hagan una explicación ilustrativa y didáctica del discurso de las obras.  

Philippe comienza diciendo: “La exposición Objectif [camouflage] se centra en la (im)posibilidad de transferencia cultural dentro de una economía global del deseo”. Quizás para entender un poco mejor lo que quiso decir Philippe con esta frase, o mejor dicho, lo que yo interpreto que él quiso decir, tengo que buscar un poco en la historia de la exposición. Esta exposición nació en un principio a partir de una invitación del curador y artista angoleño Fernando Alvim, director del hoy desaparecido espacio expositivo Camuflaje en Bruselas, Bélgica. Alvim, quien actualmente es el director de la Bienal de Angola, próxima a celebrar su primera edición, invitó a Philippe a organizar una muestra en Camuflaje. En ese entonces, hacia el 2001, Philippe era director del espacio objectif, un pequeño espacio de arte en Amberes concebido, más que como centro expositivo, como una agencia para la divulgación de las ideas que nacen del arte contemporáneo en el ámbito internacional. Por eso el título de esta exposición “objectif: camuflaje”: corresponde a los dos primeros espacios que estuvieron involucrados en la exposición. La idea era continuar este concepto inicial con la exposición en Caracas, pero entre discusiones que iban y venían, no sé concreto esta idea inicial con lo que la exposición se hubiera llamado “objectif: camuflaje: sala rg”. En lo que voy a decir más adelante quizás haya un poco de justificación a esta ausencia de Caracas en el título de la muestra, porque esta invisibilidad o distanciamiento simbólico de Caracas en una discusión (curatorial) que nace desde las tensiones entre África y Europa me parece que puede ser interpretado como un distanciamiento significativo en varios sentidos pero en particular en la medida que nuestras tensiones o relaciones con Europa son distintas a las que ésta tiene con el África sub-sahariana. 

Philippe en un principio cuestionó la invitación de Alvim a exponer en Camuflaje porque esa sala de exposiciones estaba destinada a mostrar únicamente el trabajo de artistas contemporáneos africanos. Se suponía que Philippe tenía que proponerle a Alvim una exposición de arte africano contemporáneo, lo que a él le pareció que no tenía sentido, porque ni es un área que él quiera convertir en su área o campo de experticia artística, ni quiere llegar como un curador europeo a imponer que es lo que los artistas africanos deberían estar haciendo. Es decir, el, Philippe, supone, como la mayoría de los curadores de arte contemporáneo, que parte inevitable de su función como curador de exposiciones incluye el trabajo sucio de escoger unos artistas en vez de otros y que los artistas que el curador o el organizador escogen están recibiendo un beneficio que otros están dejando de recibir. 

Ese ejercicio, ese trabajo sucio del curador, se lo planteo Philippe entonces como un reto en este caso y en los siguientes términos: le propuso a Alvim hacer una exposición en Camuflaje, centro destinado principalmente a que en Bruselas se escuche la voz del otro Africano, en la que se hablara en la lengua del arte internacional, con la que él está más naturalmente vinculado por su condición de curador europeo que trabaja en instituciones europeas de arte contemporáneo. (Preferiría no hablar en lugar de Philippe y sin embargo parece que lo estoy haciendo: pero me resulta inevitable que para tener como punto de partida esta exposición, yo aclare cómo la leo desde lo que de ella sé).  

Así que la primera versión de esta exposición se realizó en un lugar en el que se suponía que no debería haber espacio para este tipo de artistas: algo así como si se presentara en Caracas una exposición de arte contemporáneo de vanguardia en el Museo de Arte Colonial, o más ilustrativa y pertinentemente, en el Museo de Arte Popular de Petare, en donde se muestra el trabajo de esos otros (o así considerados otros) que son los artistas ingenuos o populares. Digo que me parece muy pertinente esta imagen, porque quien ocupa aquí, en el discurso curatorial de esta exposición, el lugar del yo es occidente y las culturas no occidentales ocupan el lugar del otro.  

Pero Philippe, además, no tomó a unos artistas que se puedan inscribir literalmente en el discurso del yo, artistas que asimilen su occidentalidad en términos absolutos: cualquiera de estos artistas que están en esta exposición, indagan en la construcción del yo y el otro en términos de cómo se construyen mutuamente, asumiendo los traumas y complejidades que se generan en esta repartición, cuestionando que existan unos bordes claros para ubicar con precisión en dónde están el uno y el otro, cuáles son los límites de sus territorios. Hago acá una aclaratoria: si para algunos no existan unos bordes definidos, esto no quiere decir que haya otros que no crean que sí existen y los tomen como ciertos. Por ejemplo, por una operación de contexto muy propia de la escena en la que se desenvuelve el arte de vanguardia, sabemos que la obra del artista en situación de “el otro” suele estar sometida a ser considerada o bien como una simple copia, una imitación de lo que el yo occidental hace, o, a ser considerada exótica, totalmente extraña al yo. Es a este tipo de reduccionismos a los que siento que esta exposición se resiste en términos curatoriales, aún cuando también reconoce la existencia de unas diferencias culturales que se dan en otro nivel: en el nivel de la “transferencia cultural dentro de una economía global del deseo”.  

Aunque en el texto curatorial de Philippe no se hace muy explícito, se me hace como inevitable pensar en la imagen, muy contundente, de Hommi Bhabha: para los que viajan por avión las fronteras se achican, pero para los que cruzan las fronteras a pie, estás representan un abismo. Es decir las diferencias son relativas o tienen una serie de complejidades, pero existen.  

Entonces, yo creo entender que Philippe tomó en cuenta que el lugar de enunciación del yo en esta exposición es el lugar de enunciación del otro (tanto en su versión para Bruselas como esta versión caraqueña), y aunque no lo hizo para reafirmar los límites supuestos como nítidos de esta división y estando consciente que los artistas los cuestionan, reconoce por otra parte que existen unas posibilidades también negadas (imposibilidades) de que se puedan producir transferencias culturales (es decir, y a mi manera de entender esa idea, la asimilación productiva del discurso del otro y viceversa) en un contexto global en el que la moneda en curso, el valor de intercambio, lo que se negocia, es el deseo, entendiendo al deseo como, ahora sí, explícitamente entiende Philippe al deseo.  Dice Philippe sobre el deseo: “La meta eventual de nuestro deseo (ese nuestro, es el yo occidental) no es la satisfacción de una necesidad sino el reconocimiento de la actitud del otro hacia el "yo" (es decir, existo, en la medida que el otro me reconoce como yo quiero o deseo que me reconozca). Cuando se habla de imposibilidad, se habla de una asimilación traumática de la constitución de las subjetividades. ¿Por qué hay circunstancias en las que esta economía global del deseo impide las transferencias culturales? Desde mi punto de vista, si de lo que estamos hablando es que el otro reconozca al yo, si es esto lo que se está negociando, de lo que estamos hablando es de lugares de enunciación. El occidental, la cultura occidental dominante desde su lugar de enunciación, NO está proponiendo una negociación en base a un intercambio, a un diálogo abierto, en el que cualquier cosa pueda pasar, en la que tanto la pérdida como la ganancia, sean productivas desde las distintas posiciones involucradas. Quizás la obra en esta exposición que más cercana está a esta idea de imposibilidad de transferencia cultural en una economía del deseo, o a lo que me referí como el trauma de la constitución de las subjetividades, es la de Vanessa Van Obberghen. (indicar cuál es la obra de Vanessa en Sala). 

Philippe introduce esta obra así: “El voyeurismo es asumido en la video-instalación de la artista belga Vanessa Van Obberghen, titulada Still Life (Naturaleza muerta) (2000), como una posible interpretación del problema cultural del exotismo.” Y más adelante dice: “La imagen (se refiere al video con la mesa de comer puesta en el piso) llama nuestra atención hasta que nosotros nos percatamos de que realmente no sucede nada. ¿Queremos perder nuestro tiempo en esto?” Y esto que voy a leer de la interpretación de Philippe de la obra de Van Obberghen lo subrayo: En un contexto occidental, la pérdida de tiempo es experimentada ciertamente como algo negativo. Aquí, la posibilidad de perder algo es ofrecida al espectador. ¿Pero podemos realmente, desde una perspectiva occidental, comprometernos con esta actitud?”, con lo que de paso el curador identifica al voyeurismo con el occidental, o coloca al occidental en el lugar del voyeurista.  

Sin embargo Philippe habla de imposibilidades y posibilidades, es decir, de momentos en los que se dejan de producir las transferencias culturales y momentos en los que sí se producen. Quiero insistir en un punto que quizás no esté tan claro: no creo que a Philippe se le escape que lo que el término occidental designa tiene sus ambigüedades y que puede ser, por ejemplo, que muchos de nosotros nos veamos a nosotros mismos como occidentales aunque otros nos vean y construyan como el otro.  

Tomando en cuenta esta aclaración, quiero tocar el tema ya no de las imposibilidades sino de las posibilidades de transferencias culturales, hablar de aquellos casos en los que quizás se manifiestan las diferencias entre las tensiones que existen entre Europa y África y entre Europa y Latino América, como decía al principio. En el caso particular de los latinoamericanos, quizás no somos un paradigma de otredad, pero somos al menos una periferia relativa y, aunque pueda estar muy equivocado en lo que pienso, me parece que es justamente este tipo de reflexión lo que se quería generar con esta exposición: ver el lugar desde el que nos construimos.  

El caso de otra artista en esta exposición, Carla Arocha, con doble nacionalidad venezolana-belga, me parece que está más relacionado con las posibilidades que con las imposibilidades de transferencia cultural. Me parece que en su caso en lugar de pensar en los traumas de constitución de las subjetividades se puede hablar más bien de las complejidades en la constitución de las subjetividades. Sus obras en esta exposición son Startled (Sobresalto) y Screen (White) o Pantalla (Blanca). Startled es la obra que está en la esquina colgada en la pared. Son espejos sobre los que la artista coloca unas transparencias con círculos de colores que recuerdan, cito a Philippe: “ojos con sus pupilas formando un ritmo animado a través de las diferentes superficies. El espectador-voyeurista en esta instalación se convierte automáticamente en un sujeto narcisista. Por la presencia y la seducción de los "ojos" semitransparentes, el deseo llega a ser objeto inevitable del viaje visual.” El viaje visual es el recorrido que hacen los ojos. Sobre esta obra Philippe concluye: “Uno quiere ser visto de la misma manera como uno ve al otro. El voyeurista quiere ver lo que no puede ser visto: el o ella como objeto de deseo en los ojos del otro.” Es decir, Arocha ofrece una manera de entender como se constituyen las subjetividades,  le coloca una trampa a la mirada al espectador para que éste se vea mirando, y se genere así una reflexión sobre cómo se producen las transferencias culturales, sin hacer un comentario específico sobre el contenido de las identidades que se están intercambiando.  

A diferencia del caso de Van Obberghen, en donde un distanciamiento cultural está muy presente (de hecho, la obra de Van Obberghen recoge su experiencia en Senegal), en el caso de la obra de Arocha no se está negando al momento de su recepción la posibilidad de transferencia cultural.  

Volvamos ahora al tema de esta intervención: decir a través de unas obras algo (algo que está y no está en las obras como dice Philippe) relacionado con la voz del otro, con el lugar de enunciado del otro. 

Se me ocurre que una manera de entender cómo se relacionan las obras de los artistas en esta exposición con el lugar enunciativo del otro, es porque me parece ver en ellos una forma de constituir su subjetividad artística (el lenguaje que los identifica y con el que se comunican) que es al mismo tiempo una forma de destruirla o de reconocer sus complejidades. Como dije antes para referirme a la relatividad de los términos de la relación entre yo y el otro, están sobre unos límites borrosos. Es decir, me parecen que son obras que se niegan a sí mismas o, mejor dicho, que se construyen a partir de su propia negación. Son fetichistas e iconoclastas al mismo tiempo. La misma posición que encuentro podría tener un artista que está haciendo obras desde el lugar de enunciación del otro.  

A partir de acá, quiero finalizar hablando de cómo interpreto que se pueden reinsertar estas ideas en otros contextos. Quiero preguntarme por un territorio que a mí me parece, de cierta forma, virgen: cómo construimos al centro los latinoamericanos, o a los mismos efectos, cómo lo construimos cualquiera de nosotros que somos considerados otros desde una mirada del centro (una mirada en realidad “globocentrada”, para parafrasear el término de investigador venezolano Fernando Coronil cuando habla de globocentrismo: un centro que está en todas partes, sin una localidad, deslocalizado y omnipresente a la vez).  

Digo que es un territorio virgen, porque siento que en realidad gran parte de los artistas de la así llamada periferia se construyen así mismos como el otro, se auto-exotizan, esta vez tomando el término prestado de Gerardo Mosquera, o si prefieren, lo que a mi se me ocurrió alguna vez pensar como el miedo que tienen los latinoamericanos de parecer latinoamericanos, para complicar las cosas un poco más, es decir, para incluir tanto a los que se auto-excluyen como a los que se actualizan o asimilan en lo de afuera. Les aclaro esta última idea: cuando digo que los artistas latinoamericanos temen parecerlo, me refiero a todos los artistas, a pesar de la primera impresión que podría causar esta frase. Me refiero tanto a los que se les considera que se asimilan a los lenguajes de las vanguardias internacionales como a los que no, es decir, me refiero tanto un Soto como un Botero. Y esto es así para mí, porque tanto unos como otros, le temen a ser latinoamericanos, ya sea porque el trademark latinoamericano los anule como imitativos o los anule como exóticos, independientemente de lo que prediquen. Es el miedo natural ante las complejidades y contradicciones que aparecen en la construcción mutua de lo uno por lo otro. En resumen, comparto la idea de que no podemos hablar de identidad, sino de un proceso permanente y fluctuante de intercambio de identificaciones, pero este proceso por lo general nos atemoriza.  

En este punto quiero poner la atención en las posibilidades concretas que esta lectura ofrece. A mi me gustaría saber reconocer cuáles artistas latinoamericanos o venezolanos, me hablan de cómo concibe él que es un español. A mi me gustaría saber cómo se concibe desde nuestro lugar de enunciación qué significa patinar en el Rockefeller Center o escalar los Alpes. Puede resultar bastante obvio que cuando un artista considerado dentro de la categoría del otro, me habla de su proceso interno de identificaciones, de cómo se describe a sí mismo como el otro, me está diciendo en cierta forma “no soy de aquella otra manera como se concibe al yo centrado del occidental” y si así se describe es porque sabe como es ese yo occidental.  

Perdonen este comentario anterior que parece una futilidad, pero la verdad no me he encontrado con muchas obras que intenten hablarme de una concepción ajena del mundo situadas en el lugar de enunciación del otro. Por lo general lo que me he encontrado es que cuando una obra habla de una concepción ajena del mundo es porque ha asumido a esa concepción distante como propia, como en el caso de los artistas que se han asimilado a los lenguajes internacionales, como los cinéticos. E incluso en estos casos como el de Gego o Soto estamos siempre buscando que es lo que hay en ellos de lo nuestro y no su visión de aquello. Formulado de otra manera esto equivaldría a preguntarse, ¿Qué le aporta Soto a Yves Klein? O ¿Qué la aporta Gego a Eva Hesse? y no exclusivamente al contrario. Y estamos hablando de artistas con mucha trayectoria y con amplia bibliografía.  

Por lo general y aunque me he encontrado con excepciones, los artistas venezolanos o latinoamericanos en los que he encontrado una necesidad de aportar algo desde un lugar de enunciación que no sea afirmativo (el otro construyendo al yo en lugar de construirse a sí mismo), son aquellos que en su mayoría tienen una experiencia larga o intensa de exilio y a partir de esta experiencia, obtienen una disposición para ver el mundo desde un bagaje que incluye su otredad.  

En síntesis la mejor lección que esta exposición que me está dejando es detenerme en el lugar de enunciación del otro y hacerme estas preguntas que no estoy tan seguro que sean las más pertinentes pero que traigo a discusión justamente por las dudas que me generan. Espero que al final podamos seguir hablando de estas ideas.

Carmen Hernández

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